¿Por qué cojeas, Jacob?

¿Alguna vez has luchado con Dios? ¡te imaginas luchar con Dios y finalmente ganarle? Creo que, como dice el dicho, seria "como ponerse con Sansón a las patadas"
Leía un poco y me encontré con las historia de Jacob, cuando luchó con un ángel, después de haber hecho pasar a su familia el río a Jaboc, y se quedó solo cuando este hombre le atacó... luchó con el toda la noche, tal vez algo lo dijo a Jacob que éste no era un hombre común.

Recuerdo que dos días después de bautizada, un pastor aconsejaba, ¡agárrate del manto del Señor como aquella mujer con flujo, aférrate como Jacob y dile: no te soltaré hasta que me bendigas!
No pasó mucho tiempo para que pusiera en práctica tal consejo: Una tarde al llegar a casa, me encontré con mi hermano muy enojado que solo me dijo que mamá se había caído por mi culpa antes de arrancar furioso en el carro... entré corriendo a casa y mi cuñada estaba con ella, tenia dislocado el brazo y "mi culpa" fué no haber estado en casa para cuidarla (venía de trabajar), bueno... no hubo médico que atendiera a mamá, yo no tenía dinero y una vecina que era enfermera me dijo que ella no se animaba a moverle el brazo, que debía llamar un médico o llevarla a urgencias pero... yo no tenía dinero, así que... aturdida por los gritos de dolor de mi madre me puse de rodillas y le dije al Señor: aqui me voy a quedar, no te soltaré hasta que la bendigas... pero mamá gritaba y lloraba y yo no podia mantenerme firme, me levantaba para ir a verla, lo hice varias veces, hasta que por fin tomé la decisión firme de no volver a hacerlo hasta que ella fuera bendecida, asi que, me puse de nuevo de rodillas y le dije: ¡No te soltaré hasta que la bendigas! No sé cuanto tiempo estuve ahi, pero de repente me di cuenta que mamá ya no gritaba, lentamente me levanté y fuí a verla, ella estaba sentada tocando su hombro. Le pregunté que había pasado y ella me dijo: ¡Sentí como una mano cálida me levantaba el brazo y ponía el hueso en su lugar! entónces sonreí y le dije: ¡mamá, fué el Señor, porque yo estaba de rodillas suplicándole que te bendijera mientras tu llorabas!

Hoy sé que en verdad Dios me atendió pero aquello no fué una lucha con El: fué una lucha conmigo y la súplica de una hija por su madre, y el gran amor de Dios atendió.

Una lucha como la de jacob, te deja marcas, te deja huellas, te deja cambios notables.
Jacob peleó con decisión, con la finalidad de ganar pero, al ser tocado en la pierna por el ángel y a verse herido, supo que estaba perdido, el dolor lo paralizó, así que su lucha se combinó con la súplica, la suplica de un hombre necesitado que se sabía perdido, y solo podía repetir: ¡no te soltaré hasta que me bendigas!

¿cuantas veces ha tenido Que herirte Dios para bendecirte? A veces se hace necesario, nuestro orgullo no reconoce la necesidad de ser humilde y en lugar de suplicar ayuda, reclamamos el mal trato, de modo que Dios tiene que dejarnos caer, para que al ser golpeados, ganemos la bendición por nuestra súplica.

Recuerdo el comentario de una mujer que dijo: ¡Dios tuvo que dejarme sin piernas para que yo me acercara a El!

Me imagino a Jacob, cojo de por vida y por donde estuviera la gente le preguntaba ¿por qué cojeas,Jacob? Jacob ganó al recibir aquel golpe, pero eso solo prueba que finalmente, el principal ganador fué Dios, pues logró someterlo hasta la súplica.

¿cuantas veces ha tenido Dios que herirme para bendecirme? muchas, muchas, mi orgullo y testarudez todavía no se acaban.

Cada golpe, cada pelea, nos trae cambios, nos deja cicatrices(en algunos cicatrices físicas), se tiene que notar, tiene que haber un cambio en tí, en tu personalidad, en tu orgullo, en tu fé, en tu confianza...

Y... aunque tengo miedo, mucho miedo de los golpes y el dolor, si es necesario ¡que me golpee! quizás en una de esas me cambia el nombre.

Aquí Kerusso... cojeando...